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SARVE surge en 1968 cuando mi padre, Alfredo Sáez Garzaran coge el relevo de mi abuelo, quien siendo gerente de SAFA, empresa de productos farmacéuticos, empieza a compaginar su trabajo con el de representante para diferentes productos y marcas. 

Con la llegada de mi padre, fallecido recientemente, la cartera de clientes crece y la diversificación de productos para diferentes sectores, también. 

Hoy, llevo yo la dirección del negocio, aunque vengo desarrollando mi trabajo en la empresa desde el 2008.

¿Cómo afrontas personal y profesionalmente este nuevo reto?

Por un lado, con tristeza, el recuerdo de una figura como la de mi padre está muy presente. Por otro lado, las ganas de seguir su legado es una motivación constante.

Afronto el reto con cautela, ya que conozco bien el sector y la responsabilidad es muy grande. 

También tengo buenas expectativas, ya que llevamos la representación de marcas de gran reputación, como es el caso de AGA.

¿Cómo ves el sector, su evolución y la capacidad de respuesta de AGA?

La actividad de intermediación que realizamos en este sector es dura, requiere de mucha capacidad de negociación, pero también hay momentos de satisfacción. 

En estos últimos años he podido vivir la transformación de un trabajo, el nuestro, que ha pasado de un contacto más personal y cercano, a una relación de inmediatez derivado de la tecnología, el móvil e internet. 

Un cambio al que nos hemos adaptado y en el que la prioridad parece estar centrada en responder de forma eficaz e inmediata a las necesidades del cliente y la resolución de problemas. 

Sobre el sector cerrajero en concreto, mi impresión es que está en un momento de auge. Quizás porque somos más conscientes como usuarios, de la importancia de incorporar más y mejores sistemas de seguridad en nuestras vidas. 

AGA sabe dar respuesta a esa necesidad. Funciona de forma muy profesional, con un servicio y atención espectacular. Es una delicia hablar con Izaskun e Iban, entre otros. 

En el plano personal ¿cuáles son tus aficiones?

Me encanta cocinar, me relaja y me permite pensar. En un momento del día en el que dejas de lado el estrés del trabajo. 

También me gusta pasear con mi perro y mi familia, pero si puedo elegir, hacerlo por las montañas del Pirineo es lo que más satisfacción me produce, sobre todo en temporada de frío.